Medianoche en París: nostalgia, dulzura y pasión
Un acierto inesperado con el que sientes que la magia y la pasión descontrolada recorren tu cuerpo. Así definiría la experiencia que he tenido con Medianoche en París. Sin ninguna duda, una película limpia, pura y llena de buen humor.
El escritor norteamericano Gil Pender (Owen Wilson), apasionado de los felices años 20, llega con su prometida Inez (Rachel McAdams) a París. Rápidamente, queda prendado de la esencia de la ciudad y de los maravillosos secretos que esconde, pero no se imagina lo que ésta le tiene preparado: un hechizo que, a medianoche, le transporta a un universo donde conocerá a personajes que jamás imaginaría conocer.
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Owen Wilson
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Los que decidáis optar por este film no vais a encontrar un peliculón, pero sí algo sencillo, diferente y atractivo con lo que pasar un rato intenso y agradable. Este es, sin ninguna duda, el punto fuerte de Medianoche en París.
Woody Allen dirige esta maravillosa película llena de imaginación e inspiración por partes iguales. El director rescata, en este film, las mejores escenas de su filmografía y las convierte en maravillosas pinceladas de cine clásico. Con esta cinta, el mejor Woody Allen ha vuelto.
Owen Wilson (Gil Pender) va de menos a más. Empieza con una actuación dubitativa, pero que va ganando enteros a medida que avanza la película. Una actuación simpática y acorde a lo que pedía el film; dulzura y buen humor.
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Rachel McAdams |
Marion Cotillard (Adriana) es pura sensualidad. El personaje del que Gil Pender queda prendado y le hace plantearse el verdadero sentido del amor. Buena interpretación.
Medianoche en París es un escrito de amor. Pero no una carta entre dos enamorados, que también, sino un relato bohemio y emocional con el que valorar aquello que nos pertenece y que nadie nos podrá arrebatar: la pasión.
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